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miércoles, 8 de abril de 2009

Los caballos de Peralta y la literatura. Romance de Triana en El Arenal, por Antonio Burgos.



"(...) con qué garbo, qué prestancia, haciendo el paso español el Caballo braceaba. De esta forma no bracea ni el caballo de Peralta."

Los caballos de Peralta también han sido tratados por famosos escritores y poetas en libros, artículos, publicaciones. Desde el gran César González Ruano hasta el mismísimo Umbral, muchos han sido los que han hecho referencia a estos prestigiosos caballos.

Reproducimos el artículo del maestro Antonio Burgos, donde compara los movimientos del célebre caballo que acompaña al Santísimo Cristo de las Tres Caídas (Esperanza de Triana) con el caballo de Peralta:

Nadie se pone de acuerdo en dónde empieza Triana. Unos dicen que comienza en cuanto que el puente pasas, por donde siente el trianero como que el aire le falta. Mientras que otros sostienen que se prolonga y se alarga, Los Remedios adelante, lo menos hasta Tablada, por donde en llegando abril la Feria su Real planta, hasta donde el viejo cante puntales apuntalaba: San Jacinto, Los Remedios, La O y Seña Santana. Las fronteras invisibles del que es Arrabal y Guarda cuando se ven claramente es el Viernes, de mañana, cuando ha vivido Sevilla su ritual Madrugada y con las claras del día se ven las cosas tan claras.
Que en el Arco del Postigo, en donde estaba la plaza, donde fríe los calientes una sobrina de Juana, Sevilla es ya trianera y Arfe es la calle Larga y Altozano el Arenal cuando en la abierta mañana anuncia una cruz de guía con bocinas plateadas y faroles marineros: «¡Ahí viene ya la Esperanza!».
Bajando del Alfolí, con qué garbo, qué prestancia, haciendo el paso español el Caballo braceaba. De esta forma no bracea ni el caballo de Peralta. Y a la mañana del Viernes la encela y en su cola embarca, y antes de llegar al Arco por derecho va y le clava dos rejones de castigo y tres banderillas largas, y así da muerte a la noche, y así la gloria proclama de un Señor que cae en la tierra, en la tierra sevillana, para que Sevilla vea que Triana lo levanta. Las Tres Caídas de Cristo en cuatro zancos la alzan. Cuadrilla de pasocristo que tiene fuerza con gracia, el izquierdo por delante como el buen toreo de capa, así, cargando la suerte, como Belmonte toreaba. Almirantes de tambores y de cornetas de plata, con sus blancos uniformes de cocas y gorras blancas, proclaman la maravilla y anuncian ya por Malhara que las calles del Postigo se han hecho Arrabal y Guarda, Almirantazgo en goletas y en bergantines con jarcias, cirios que son los trinquetes y capirotes por gavias, van ganando barlovento a la lancha de Peana.
Y ahora llega a la capilla del Arco de la muralla una Virgen bajo un palio que parece una fragata, bamboleo marinero en los escudos del ancla, los costeros son amuras, la proa tiene zambrana, y lo escoltan seis lepantos, marineros de la Armada. El cristal de la capilla es espejo que proclama esos dogmas de Sevilla que no los huelen los Papas: allí está la Pura y Limpia, del Postigo la Esperanza, que Inmaculada en Sevilla y Pureza es en Triana, y se mira en un espejo de varales y de jarras, y se repite en las flores, y se repite en la gracia, se repite en la belleza tan morena de su cara, refregador de Morillo, encajes en oleada, con el fajín de almirante del Rey marino de España, que en Triana a la Purísima, como Esperanza proclaman, por eso en calle Pureza tiene su cuna y su casa.
San Fernando desde el Arco al verla le rinde armas. Trianero es el Postigo, ay, cómo zurraqueaban esos verdes capirotes, los capotes de sus capas camino del Baratillo, que eso sí que ya es Triana. ¡Gitanos de Cerca Hermosa, gitanitos de la Cava, que se partan las camisas y que canten las gargantas! La vieja colla del muelle, vapor, tinglado y zapata, y lanchón del arenero, y palo de la cucaña, cuando llega al Baratillo con Paco Palacios canta lo que le escribió Florencio, que aún se me saltan las lágrimas. Ya están las dos frente a frente bajo el sol de la mañana: Caridad baratillera y Esperanza de Triana.
Y ya desde aquí hasta el puente, puertas de sol de Maestranza, el Arenal sabe a barbo, sabe a verdes avellanas, a sábalos en adobo y a noches de la Velada. El Arenal trianea, ay, cómo trianeaba. Calle Adriano adelante, en El Pópulo la paran. Suena la vieja saeta que recuerda la cerámica, de los presos tras las rejas, la que escuchó Font de Anta. Soleá dame la mano, dame la mano, Triana, choca esos cinco, Arenal, que el Viernes por la mañana, tú dejas de ser Sevilla, te conviertes en Triana, cuando viene la que es Reina del gran arrabal y guarda, pues el río se ha secado con la emoción de las lágrimas y no hay puente ni Altozano, que no hay más puente de barcas que el que nos lleva hasta el cielo rezándole a la Esperanza esa salve marinera que suena a cantes de fragua, Dios te salve, Reina y madre, marinera soberana del Arenal de Sevilla que por Ti se hace Triana.

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